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FREIRE Y COSTIGLIOLO EN EL MACA: UNA MUESTRA DE ARTE Y UNA HISTORIA DE AMOR

María Freire y José Pedro Costigliolo desembarcan en el MACA, en una exhibición que permanecerá en las salas temporales del Museo hasta el 5 de noviembre de 2023, denominada María Freire y José Pedro Costigliolo: una relación constructiva.

La misma es la primera de carácter institucional de los dos, póstuma y en diálogo.

Por ello, hemos conversado con Pablo Atchugarry y Gabriel Pérez Barreiro, los encargados de contar la historia de estos dos artistas que han ganado relevancia internacional, gracias a su constante y desinteresado trabajo por darlos a conocer en todo el mundo. En una charla íntima con cada uno de ellos pudimos preguntarles, también, acerca de sus respectivas carreras.

Los invitamos a descubrir el “detrás de escena” de esta enorme muestra que ya puede disfrutarse en el museo. Los esperamos.

PABLO ATCHUGARRY

Quisiera comenzar esta charla preguntándole acerca de su coleccionismo y cómo está relacionado con los protagonistas de esta nueva exposición, María Freire y José Pedro Costigliolo.

Desde mis comienzos, muchos artistas de diferentes partes del mundo me han ofrecido hacer cambios de mi obra por la suya, pero yo siempre tuve pocas, por lo cual podía hacerlo contadas veces. Por suerte, a medida que fue pasando el tiempo, tuve la posibilidad económica de adquirir arte, y justamente empecé a hacerlo con el de María Freire y José Pedro Costigliolo. De hecho, mi casa está toda “tapizada con ellos”, no me queda ni un centímetro cuadrado libre de pared. Es que, a mi entender, un artista es la persona más indicada para apreciar el trabajo de sus pares y, por lo tanto, para coleccionarlo, ya que ambos recorren los caminos de la creatividad y de la búsqueda de un lenguaje propio, como parte del oficio.

Siempre he tenido el apoyo de mi familia y mis hermanos, y después he ido encontrando alrededor del mundo a personas que han creído en mí, que en cada etapa de mi trabajo y de mi vida, han coleccionado mi obra, y eso me ha dado la posibilidad de seguir creando. Una mano iba entregando el testimonio a la próxima mano que me acompañaba en este recorrido. Si bien uno llega solo al mundo y se va de la misma manera, es gratificante encontrar, mientras tanto, a personas que se incorporan a la aventura creativa.
Actualmente colecciono obras de Martín Pelenur, Verónica Vázquez y Miguel Angel Pareja (todos uruguayos) pero también de artistas de otros países del mundo, porque eso es lo que genera el arte: acercar las fronteras de la creatividad, en vez de derribarlas. Tengo esa vocación de ayudar, de ser mecenas de colegas que considero válidos y que de alguna manera hay que apoyarlos. Es un camino que me gusta transitar.

Teniendo en cuenta que aquí, en Uruguay, el más reconocido era Costigliolo ¿Cómo llegó a conocer la obra de María Freire?

María era profesora en la universidad y crítica de arte en un diario local. Escribió sobre mi padre y sobre mí, hace 50 años, pero yo descubrí a Costigliolo en una muestra que había hecho en el espacio de la intendencia de Montevideo, donde funcionaba un lugar de exposición y me quedaron grabadas sus obras. Lamentablemente a él jamás lo pude conocer.

Luego, aproximadamente 20 años atrás, hice la primera muestra de escultura en Uruguay, en la galería Tejería Loppacher. Cuando María Freire se enteró llamó al galerista y le dijo que quería verme, así que pasé por su casa-taller y me encontré cara a cara con la obra y el personaje. Estaba rodeada de cuadros de su marido, y se podía respirar esa enorme pasión que tenía por él, fue un encuentro muy lindo.

¿Fue entonces que empezó a incluirlos en la fundación y en el Museo?

Hace unos años editamos un libro de José Pedro Costigliolo (que está en el MACA a disposición) e hicimos una muestra en colaboración con el Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo. Primero se hizo en la Fundación Atchugarry en Miami y luego en el Museo Nacional. Ese fue el primer periodo, y después surgió esta idea de hacer una muestra de los dos, porque en su convivencia transitaron una búsqueda conjunta, cada uno con su lenguaje, pero en algunos periodos de su vida con mucha afinidad. Es nuestra manera de homenajearlos, por eso lo llamamos a Pérez Barreiro, por su publicación del libro sobre ella en Brasil y su conocimiento en profundidad de estos artistas. Este mosaico se termina de unir acá.

Una de las cosas que más sorprende a los visitantes que llegan de todas partes del mundo al MACA, a la Fundación y al monumental Parque de Esculturas es su gratuidad ¿Por qué ha decidido esta modalidad, teniendo en cuenta el inmenso gasto que genera sostener un lugar de estas dimensiones?

Dejame que yo te pregunte a vos, cuando llegás a tu casa ¿alguien te cobra un billete de entrada? Bueno, como esta es la casa de todos (se frena, traga saliva y derrama una lágrima) acá tampoco se le cobra entrada a su gente. La idea es que sea un lugar de inclusión y encuentro para todo el mundo, donde uno se sienta libre. Por ejemplo, el otro día era 1ro de mayo, y el museo estaba cerrado, pero había una chica recostada en el parque de esculturas leyendo un libro, una pareja iba caminando tomada de la mano y otros iban con sus niños en brazos... cuando veo esa respuesta del público pienso “misión cumplida.” Sus ojos miran al suelo y se vuelve a quebrar.

ENTRE ITALIA Y URUGUAY

Usted reparte los años de su vida entre su país natal, Uruguay, específicamente en Manantiales donde se encuentra la Fundación, y Lecco, en el Lago Di Como. ¿A alguno de estos dos lugares lo siente más hogar que al otro?

Vivo cinco meses en Uruguay y siete en Italia, vamos a ver si llegamos a hacer mitad y mitad. Me siento en casa en los dos lugares, pero la verdad es que me cuesta irme, las raíces afectivas aquí son muy grandes y, además, encuentro mucho para hacer. Pero este año cumplo 45 años en Italia y la ciudad de Lecco en el Lago Di Como, me dedica una muestra pública donde tengo que ir a trabajar para hacer el montaje. Va a ser una retrospectiva que tendrá dibujos y pinturas desde el año ́78 en adelante, las primeras esculturas en hormigón, mármol y hasta los bronces. Será muy extendida -del 27 de mayo al 14 de noviembre- para que mucha gente la pueda ver.

Entonces, quizás en un futuro, exista la posibilidad de quedarse definitivamente aquí...

El tema es que la luz es muy importante para mi obra, ya que la escultura es su recipiente. Las líneas y tajos que hago en la materia le ponen obstáculos, es lo que la hace vivir y, por lo tanto cuando hay mucha luz, ésta vive más intensamente y tiene mayor claroscuro. En realidad, yo siempre voy siguiendo la luz.

Lo cual me recuerda a su primera obra, La Lumière. Hoy, pensando en ese joven de pelo largo que trepaba andamios infinitos para realizar sus primeras obras en piedra y mármol, pienso también en la cantidad de gente que inspira día a día con su historia ¿Qué quisiera transmitirles a quienes aspiren seguir sus pasos?

Aprendamos a soñar en grande, los sueños nos van a conducir a la realidad, la capacidad de poder soñar y no tener límites, es lo que hace que después tratemos de dar lo mejor de nosotros mismos en pos de alcanzarlos.

En la actualidad se pueden encontrar más de 2.500 piezas originales de Pablo Atchugarry, distribuidas en los 5 continentes.

Fotos: Francisca Vivo

GABRIEL PÉREZ BARREIRO

¿Cómo fue que descubriste a María Freire y a José Pedro Costigliolo?

Todo comenzó hace exactamente 30 años, en abril de 1993. Yo tenía 23 y era la primera vez que venía a Uruguay. En ese momento estaba viviendo en Buenos Aires, investigando el arte abstracto, específicamente el movimiento Madí que se dio del '44 al '48.

Mientras realizaba mi doctorado sobre ese tema quise cruzar el río, con la intención de conocer a Antonio Llorens y averiguar sobre una figura fantasma que se llamaba Rhod Rothfuss, un artista uruguayo de esa época que murió joven, en el '69. Nadie sabía nada, excepto Mario Sagradini quien publicó Un fantasma recorre Madí, justamente sobre él. Uno de los personajes que aparecía allí era María Freire, una señora uruguaya que según el autor (no me quedaba claro) había sido pareja o amiga de Rothfuss. Esa era mi única pista.

Ya en Montevideo tomé la guía telefónica y ahí estaban todos: desde Torres García hasta Freire María, así que la llamé y le dije “Perdón, no nos conocemos. Yo estoy estudiando en Inglaterra y quería saber si usted conoció a un artista llamado Rothfuss.” Esas fueron mis últimas palabras antes de que se pasara los siguientes 15 minutos mandándome a parir, diciéndome que era un sinvergüenza, un atorrante, y muchas cosas más. Era una señora de mucho carácter y yo sólo tenía este hilo ridículo de que había estado involucrada con este señor. Le pedí perdón por mi ignorancia, y le pregunté sobre ella. Así fue que me enteré de su carrera como artista al lado de José Pedro Costigliolo, o mejor dicho “Costi” como a ella le gustaba llamarlo. Estuvimos como una hora al teléfono, le pregunté si podía ir a visitarla así me contaba todo. Por suerte accedió.

Cuando llegué a su apartamento en la rambla Gandhi quedé impactado. Una señora ya muy grande convivía con casi todo lo que ves en esta muestra, desparramado por el piso, amontonado, en una especie de caverna de Alí Babá, pero con el espacio justo para desplazarse con su andador.

Yo jamás había oído hablar de ellos (¡y eso que mi tema era la abstracción geométrica!). Alucinado, me quedé horas escuchando sus cuentos. Nos hicimos amigos y nos mantuvimos en contacto por años a través de cartas y, más adelante, faxes. Ella tenía necesidad de comunicarse, asumo que su mundo ya era muy pequeño; casi no podía

caminar por haber cuidado tantos años de Costi, que era un hombre grande con parkinson. Al final se arruinó la espalda de tanto levantarlo.

A nivel humano su historia es muy potente. Su gran preocupación era él. Estaba enamorada de ese hombre y sentía la responsabilidad de cuidarlo.

¿Y cómo fue que logró distribuir el arte de María Freire alrededor del mundo?

Por suerte, cuando volví a la Universidad en Inglaterra se estaba preparando una colección de arte, así que la convoqué. Desde entonces, la muestra más grande e importante que existe (sin contar la del MACA) está en Essex. No se opuso, le encantó que hubiera mostrado interés en su trabajo.

Luego, finalizando los '90, un gran amigo mío brasilero Charles Cosac (co-fundador de la editorial de arte Cosac-Naify) vino a Montevideo. Le conté la historia de ellos y lo invité a ir conmigo al estudio de María. Quedó tan impresionado que decidió hacer un libro, como un acto de amor, sabiendo de antemano que no se vendería un solo ejemplar, ya que si nadie la conocía acá, menos en Brasil. Cuando se lo propusimos dijo que era Costigliolo o nada (muy típico de ella) así que le dijimos “entonces nada”. Al final cedió de mala gana.

Fue muy difícil hacerlo, el edificio donde vivía era muy pequeño y daba al río, por lo que la luz era pésima. Tuvimos que poner plásticos por todos lados y mover obras en espacios imposibles, fue un desafío, todo parecía un tetris. Estuvimos un par de semanas corriendo tierra y polvo para poder sacar las fotos de las obras. Finalmente los ejemplares vieron la luz en el 2001.

¿Y se vendió alguno?

¡Ni uno...! Pero hoy es un objeto de deseo. Los coleccionistas uruguayos mueren por él. A mí sólo me quedó uno, otro se lo di a mi madre ¡por suerte! En ese momento solo pensábamos en hacerle un regalo a María, una especie de homenaje, no sabíamos que se convertiría casi en un fetiche.

Ahora hemos aprovechado esta exposición en el MACA para hacer algo parecido a una segunda parte, uno más completo donde están los dos juntos, que era el pedido de ella. Han pasado muchos años y estoy muy feliz con el resultado.

¿Qué representación tienen en el mundo en la actualidad?

Lo que llama la atención es que en Uruguay el más reconocido es él, pero internacionalmente es María quien llega antes y más lejos. En el MOMA hay un cuadro de María colgado y no hay ninguno de Costigliolo, igual que en el museo de Houston. De la misma forma, el primer libro que se publica es sobre ella y no sobre él. De hecho, una de las personas que escriben en el catálogo del MACA es Ana María Franco, una investigadora de la Universidad de Los Andes en Bogotá que ganó una beca en el instituto Cisneros del MOMA, para investigar la obra de María Freire. Eso me hizo muy feliz.
Ahora les damos el espacio que merecen los dos, en conjunto y dialogando.

Freire y Costigliolo eran una pareja moderna, de avanzada para su época. No tuvieron hijos y dedicaron su vida al arte ¿Qué pasó con todo su legado?

Lamentablemente no hubo una estrategia de herencia. Lo que se hizo fue rematar todo en Punta del Este. Es una pena porque se pudo haber construido algo más estable y estratégico, pero, por suerte, Atchugarry ha sido uno de los que más ha comprado sus obras. Posee, sin duda, la colección más completa. De hecho, gran parte de la muestra que

tenemos hoy en el MACA proviene de su obsesión por el arte de ambos. Para mí fue una grata sorpresa encontrarme con todo esto, ya que si bien estaba familiarizado con la obra de Pablo, jamás se me hubiera ocurrido que tenía tal acervo, sobre todo de Costigliolo.Tanto es así que cuando fui a su casa y vi que las paredes estaban empapeladas con sus obras, entendí que él vive así, se nutre del arte y necesita tenerlo cerca. Eso también es muy bonito, es un coleccionismo afectivo, de impulso, como es él, y no una cuestión especulativa.

Entonces ¿cómo llegó al MACA?

Un día recibí un correo electrónico de Ángel Kalenberg. Él es una especie de mito viviente del arte. Estuvo muchos años al frente de museos, nos habíamos conocido en los '90, nos teníamos presentes. Allí me contó acerca del MACA y del proyecto, y me preguntó si me interesaba ser parte. Muy entusiasmado accedí y comencé mis videollamadas con Leo Noguez. En noviembre de 2022 viajé a conocer las salas y todo el Museo. La verdad es que nunca había estado aquí, sólo en Montevideo y Colonia buscando artistas de la época. Me avergüenza reconocer que tenía muchos prejuicios sobre este lugar y creía que sólo era para veranear. ¡Y no hay nada que me guste más que destruir prejuicios! Yo viví en Texas durante 7 años y me pareció el mejor lugar del mundo, pero la gente me preguntaba cosas como si iba al supermercado armado y de botas texanas. Ahora me encanta el Este, y me parece fantástica su gran cantidad de movida artística.

30 años después y con una historia tan profunda a cuestas ¿Qué quiere transmitir en esta muestra?

Yo creo que una de las cosas más bonitas que sucede es que no es una muestra de arte, sino una historia de amor. La llamé “Una relación constructiva” justamente porque los dos se construyeron juntos como pareja. Si bien a él no lo conocí, me da la impresión de que eran muy modernos en general. De alguna forma se encuentran, a pesar de su diferencia de edad, y su vida es el arte. No hay nada que los distraiga. Él empieza a crear antes por ser mayor y cuando muere, ella tiene 30 años más de creación en solitario, y en la muestra esto está dibujado: empiezas con él, después los ves cuando se juntan en los '50 (sus obras son casi indistinguibles) y después la ves sólo a ella, que incluso vuelve a sus orígenes, la escultura.

Aquí hay una historia vital, una historia de amor, y a pesar de que las obras son severas (en el sentido de que son rectángulos, triángulos, círculos y formas geométricas) lo bonito es pensar en las vidas que lo han hecho. Es el impulso creativo que tienen dos personas para materializar y visualizar el mundo de otra manera. Me gustaría creer que es una obra rigurosa pero no hermética.

El que venga, que se acerque con el alma y el corazón abiertos, que lo disfruten y encuentren su mundo aquí.


Por Laura Garganta

Fotos: Nicolás Vidal