ÁLVARO ENRIGUE EN EL MACA
Este último sábado, primero de julio, el MACA recibió al escritor mexicano Álvaro Enrigue de la mano de la editorial Anagrama, en el marco de la presentación de su último libro Tu sueño imperios han sido. El entrevistador a cargo fue Andrés Echevarría (poeta y dramaturgo uruguayo) quien dirigió el conversatorio por más de una hora en una sala prácticamente llena. Las presentaciones inaugurales contaron con la presencia de Andrés Ruiz, Jefe de Cancillería de la Embajada de México en Uruguay, y Leonardo Noguez, arquitecto y Director del Museo.
A un costado del escenario, y como prueba cabal de que el arte y la literatura se encuentran histórica e íntimamente ligados, se exhibió un cuadro de Juan Manuel Blanes de 1854, llamado “La conquista”, por lo que los asistentes pudieron disfrutar en exclusiva de una casual triangulación entre México, España y Uruguay.
El comienzo de la charla se situó en la génesis del oficio de Enrigue. “Nacido en Guadalajara, hijo de un abogado mexicano y de una barcelonesa química de profesión, ser escritor no parecía estar entre mis posibilidades más evidentes. Atribuyo el oficio a mis problemas respiratorios, ya que nunca iba al colegio por estar enfermo y no podía jugar al fútbol. Vivía leyendo. Después, en el ´78, nos mudamos con mi familia a la Ciudad de México y eso produjo un salto enorme, ya que allí estaba todo lo que hasta entonces para mí simplemente no existía. Si bien era inhóspita, era la más hospitalaria de América Latina. De hecho mi cercanía con Uruguay, Argentina y Chile tiene que ver con que muchos de mis compañeros del colegio eran exiliados. Era una sociedad muy cosmopolita, aunque de forma obligada, ya que nadie estaba allí por elección. También sucedía que podías encontrarte a García Márquez tomando un café en el barrio. El exilio nos trajo a profesores, psicoanalistas y pensadores de todo tipo. También nos devolvió a genios como Sergio Pitol, que regresaba de Rusia y paseaba a su perro frente a mí y mis compañeros del colegio. Como niño escritor, verlo en vivo era como ver a Jimi Hendrix.
La ciudad de México en la que yo crecí no tiene nada que ver con la actual que rebosa de cultura por doquier, en ese entonces era un páramo golpeado por la dictadura. Me encanta, por ejemplo, recordar a Juan Villoro diciendo que cuando éramos niños los libros eran una artesanía del barrio de Coyoacán, ya que era el único lugar donde se podían conseguir (a precios imposibles).
En conclusión, no había nada en el diseño original de mi vida que pudiera indicar que yo iba a terminar en un lugar como éste. Debería haber sido un periodista y no salir nunca de México. Pero lo bueno que tenía ese mundo tan seco y tan gris era que te impulsaba a salir… siempre es bueno querer ver el mundo, sobre todo cuando eres joven.”
Echevarría continuó el interrogatorio con preguntas sobre la carrera profesional de su entrevistado, antes de sumergirse por completo en la temática específica del libro que presentaba esa tarde:
“A los 20 años tuve la enorme e increíble fortuna de llegar a mi casa y que mi novia de entonces me dijera «Te llamó Octavio Paz.» Había leído un artículo mío y quería que fuera columnista en su revista. Ahora me parece imposible, pero en ese momento podían suceder ese tipo de cosas.” Y continuó explicando que en esas épocas, el ascenso estaba más claro: se comenzaba escribiendo para periódicos locales, luego revistas literarias y así sucesivamente hasta llegar a las editoriales.
A propósito de lo dicho, el entrevistador le preguntó a Enrigue si creía que en Latinoamérica estábamos leyéndonos a nosotros, es decir, si existe el conocimiento de lo que se está produciendo a nivel literario en los países vecinos:
“Más que antes sí. En una librería de la ciudad de México puedes conseguir ediciones de Adriana Hidalgo, y aquí, en este recinto, hay una mesa con mis libros. Para mí eso es increíble. Creo que hay una conversación que no era posible cuando yo era joven. Mi sueño, cuando empecé a escribir, era publicar en la editorial Joaquín Mortiz, pero jamás se me hubiera ocurrido Anagrama, de hecho ni siquiera la conocía. Era inimaginable, pero hoy todo es mucho más accesible”.
Luego, Echevarría le preguntó si creía que su escritura evoluciona con cada nuevo libro que publica, a lo que, polémico e hilarante para gusto del público, contestó:
“Hay una carrera contra la idiotez, al final todos vamos a ser pésimos escritores. Quizás llegue un momento en el que tenga que cortarme las manos y dejar de escribir”.
La conversación continuó de manera relajada y por momentos fuera de los márgenes de lo que se notaba había preparado Echevarría. Enrigue se demostró accesible en todo momento, carismático y en extremo modesto al responder preguntas sobre su éxito y logros personales. Contó que su vida en Harlem, Nueva York, es apacible. Que saca a pasear a su perro, que relee incansablemente al Quijote para darlo en una “pequeña Universidad de Long Island” y que contrasta muchísimo con la emocionante carrera de su esposa, curadora de arte en la Gran Manzana. “Escribir siempre es una extensión de leer, no existe posibilidad de escribir sin leer. La lectura, al igual que el cine, me sigue emocionando”.
Hacia el final del encuentro, Enrigue hizo foco sobre “Tu sueño imperios han sido”, como una novela sobre la incomunicación y sus consecuencias. Hizo especial hincapié en la importancia de que todos supieran que es una novela que, si bien se ha escrito con las herramientas académicas de la revisión exhaustiva de archivos históricos (y la solemnidad y cuidado que requiere escribir sobre la historia de México y su simbología sagrada) es FICCIONAL. Ejerce su libertad de imaginar escenarios diversos, gracias a sus conocimientos sobre la época (y por qué no) a su doble ciudadanía mexicano-española. Retomando a Calderón de La Barca en su libro “La vida es sueño”, Enrigue extrae el título para su obra de uno de los versos que allí aparecen, jugando con lo onírico y las drogas psicotrópicas de México.
Como cierre de la tarde, Echevarría quiso saber sobre los proyectos futuros del escritor, a lo que éste le contestó: “Estamos viviendo una confrontación ideológica salvaje y creo que la mejor forma de combatir este problema es trabajando con el pasado. Esta novela trata sobre cómo es imposible comunicarse, al igual que sucede ahora, cinco siglos después. Por ello, sigo trabajando con archivos históricos. No volveré a escribir sobre el mundo contemporáneo”.
LAURA GARGANTA
Fotos: Francisca Vivo