Pablo Atchugarry nos guía en su museo
El uruguayo, uno de los grandes nombres del arte contemporáneo, abrió en 2022 el Museo de Arte Contemporáeo Atchugarry (MACA), muy cerca de Punta del Este. Allí, en un amplio parque escultórico con obras suyas y de otros creadores, se levanta el imponente edificio del arquitecto Carls Ott que alberga una colección personal de más de 100 obras de reconocidos artistas de todo el mundo.
¿Cuál es el origen del Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA)?
Yo nací en Uruguay y pasé 45 años fuera, en Italia. En este tiempo, he viajado mucho y visitando parques de esculturas como Chillida Leku en San Sebastián, la Fundación Maeght en St-Paul de Vence, el Louisiana Museum de Humlebaek, en Dinamarca, o el Storm King Art Center de Cornwall, en el Estado de Nueva York. Mi idea era tener un espacio verde con esta amplitud –llega hasta las 40 hectáreas hoy–, donde el espectador pueda acercarse al mundo de todas las artes. Aquí tenemos cine y teatro todo el año, escuelas y encuentros de niños con las artes plásticas y un fomento del encuentro de los espectadores con el mundo del arte dentro de un gran parque, donde la protagonista es en realidad la naturaleza, de la que el ser humano se ha ido alejando atraído por las posibilidades de la gran ciudad.
Ese diálogo con la naturaleza incluye a muchas de tus obras monumentales.
Sí, se da ese diálogo en mi obra. Además de que se desarrolla en vertical, como las plantas que van buscando la luz o como los sueños del ser humano que no tienen límites, cosas que pueden continuar hasta el infinito.
¿Este museo es tu mayor legado a Uruguay?
Sí, todo esto es un legado al país. Ahora, por ejemplo, estoy trayendo la mayor obra monumental que he hecho, y que estaba en Italia, un bloque que pesaba 56 toneladas y ha quedado en 32, con 8,60 metros de altura, y quedará instalada en el parque. Destacaría también la diversidad de artistas y lenguajes en el museo: hay alrededor de 80 esculturas de unos 70 autores diferentes. La idea es promover la conversación y que las diferencias se vean como algo fundamental. Esa es la idea del parque y por eso no es un lugar autocelebrativo, sino un lugar de encuentro con lenguajes y artistas de diferentes momentos de la historia.
En este tipo de proyectos, que muchas veces son póstumos, el artista no tiene la oportunidad de asegurarse de que responden a su personalidad.
Sí, yo pensé eso también, que tenía que aprovechar mi energía hasta que la tuviera para poder hacer este proyecto, aunque continúe en el tiempo y se vaya agrandando y transformando con diferencias exigencias a través de, por ejemplo, el paisajismo.
¿Cómo surge la colaboración con el arquitecto Carlos Ott para el pabellón principal?
Carlos Ott es un gran arquitecto Uruguayo y, cuando le comento la idea, se agarra un gran entusiasmo. Era tiempo de la pandemia y él no viajaba como habitualmente hace, ni yo tampoco, por lo que nos juntábamos todas las semanas para agregar cosas al proyecto. Hasta los bancos o la tienda del museo, casi un proyecto de biblioteca, son de Carlos Ott, que se encargó de todos los detalles.
¿Es complicado equilibrar el arte con la arquitectura, cuando es tan impactante?
Sí, lo es, pero aquí estuvo previsto. En el edificio más volumétrico hay una gran sala donde es difícil la parte expositiva porque justamente la arquitectura es monumental, pero esa sala la usamos para representar obras de teatro, proyectar cine o celebrar conciertos, presentaciones de libros y conferencias, usos que no son expositivos, pero que como gran hall puede alojar. Después hay diferentes salas que son más neutras, mucho más idóneas para la exposición de obras de arte. Hay que respetar el diálogo entre arquitectos y artistas, entre continente y contenido, más allá del encuentro con la naturaleza, que aquí es constante. Salimos de un edificio y nos encontramos con el paisaje y tampoco queríamos perder esa característica.
¿Por qué en el mejor espacio del museo no está tu obra?
Yo con este museo quiero legar mi visión, no tanto mi obra. A mí me toca ser el anfitrión y por lo tanto los huéspedes tienen que ser los protagonistas.
¿Quién comisaría las exposiciones? ¿Te encargas tu personalmente?
Hay un director, que es Leonardo Noguez, aunque yo propongo ideas como de la hacer este año un gran homenaje a Torres García por ser su 150 aniversario.
Tú tienes una estrechísima relación con Carrara, que en 2002 te concedió el premio Michelangelo.
Estando en el colegio, teníamos que hacer un trabajo de un país y a mí me tocó Italia. Mi padre se fue al Consulado y solo encontró un folleto de Lago di Como. Y yo recuerdo que hablé del Lago di Como, pero también del mármol de Carrara. Como material para mi obra, lo descubrí en los setenta, y la primera vez que entré en esas canteras fue muy emocionante pensar que artistas como Bernini y Miguel Ángel habían estado allí. Eso que decía Miguel Ángel frente a un bloque de descubrir la obra que hay dentro ha sido para mí una lección de vida.
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