Tres grandes frente al mar
Julio Le Parc, Guillermo Kuitca y Emil Lukas. En el Museo Atchugarry, de Punta del Este, la coincidencia imperdible de tres artistas de alcance internacional, en un cuidado circuito de pintura y esculturas lumínicas.
Desde que el sinuoso perfil del edificio diseñado por el arquitecto Carlos Ott irrumpió en el ondulado paisaje de Manantiales, en Punta del Este, el museo MACA (Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry) se convirtió en punto de peregrinación para quienes llegan a esas costas.
Y no solo por la novedad de la irrupción edilicia sino por el interés de los programas de exhibiciones que comenzaron en la temporada 2022, con la muestra de Christo y Juan Claude, y siguen este verano con las de Julio Le Parc, Guillermo Kuitca y el estadounidense Emil Lukas, desplegadas en varias salas del monumental complejo. El Museo está rodeado de un su Parque de Esculturas de 45 hectáreas.
Lo primero que recibe al visitante en este espacio es la exquisita muestra de Emil Lukas (Pittsburgh, 1964), Entre dos líneas tenues. Este título refleja con bastante agudeza la delicada experiencia que ofrece.
Sobre todo la series de tintas sobre papel. Una obra que se define a partir del encuentro de líneas de diverso espesor que se desplazan vacilantes sobre una superficie. El conjunto incluye, además de algunos objetos escultóricos, otra vertiente del pensamiento lineal de este artista; se presenta en finas tramas de hilos de colores enmarcadas en círculos que impulsan la mirada del espectador en una alternancia profundidad-superficie.
Podría decirse que estas últimas obras de Lukas funcionan como un puente que nos preparan para el universo de hallazgos perceptuales y poéticos que nos reservará el capítulo Le Parc, dentro del conjunto de artistas de vasta proyección internacional que han hecho pie en esta excepcional temporada esteña.
Luces continuas
De los tres, Le Parc es sin duda la figura emérita en razón de una trayectoria que remite a los grandes momentos de vanguardia que sacudieron a Occidente en la posguerra. Y, en su caso particular, nace de la voluntad de revisar la tradición abstracta, dominante en el Río de la Plata desde los años 40. El punto de quiebre, tal como lo ha recordado el propio Le Parc y los jóvenes artistas de su generación, fue el impacto que provocó la exhibición de Vasarely que tuvo lugar en el Museo Nacional de Bellas Artes, cuando lo dirigía Romero Brest, en 1958.
A ese momento fundacional corresponden algunas de las obras con que despunta esta conjunto antológico, pródigo en pinturas de los 80-90 y en tempranos estudios de color, y, sobre todo en los fascinantes juegos de luz con los que Le Parc maravilló al mundo en los años 60, con la novedad de interactuar física y visualmente.
Transcurridas casi seis décadas de la muestra que realizó en el Instituto General Electric en 1967 –un año después de haber recibido el Gran Premio de Pintura en la Bienal de Venecia (curiosamente por una obra que excedía la materialidad de lo pictórico)–, Le Parc retorna por segunda vez a Uruguay.
La exposición fue producida por el Atelier Le Parc, con la supervisión artística de su activo hijo, Yamil Le Parc. En tanto que el eminente crítico uruguayo Angel Kalemberg escribió el texto de presentación de esta muestra, que lleva por título Quintaescencia, en alusión a una consideración de los tempranos afanes Le Parc formulada por un maestro de juventud. El conjunto brinda al visitante una interesante recorrida a través de los distintos momentos y procesos creativos del artista pero, sin lugar a dudas, el gran punto de interés se concentra en la fascinación que siempre suscita la obra lumínica y móvil. Obras de la serie Continuel Lumiéreo Lumiéres alternées cuya idea original se remonta a principios de la década del 60, son siempre fuente de encantamiento.
Frente al panorama antológico que brinda esta exhibición, imposible no recordar el que tuvo lugar en la ciudad de Buenos Aires en 2019. Gran homenaje que le rindió su país de nacimiento a través de una sucesión de muestras que hicieron foco en distintos momentos de la trayectoria del artista distribuidos en el Museo Nacional de Bellas Arte, elCCK e inclusive el Teatro Colón. En esta última institución presentó una impactante intervención en el espacio, concebida especialmente para el Centro Experimental del gran teatro.
La oportunidad que ofrece ahora el MACA a los visitantes que se acercan por primera vez a la obra del artista es invalorable. También para quienes conociéndola, pueden entregarse, una vez más, a la fascinación que ejercen los juegos de luz de sus piezas emblemáticas.
El prodigioso joven Kuitca
En cuanto a Guillermo Kuitca, el otro gran artista nacido en la Argentina que forma parte de esta trilogía de renombre internacional convocada por el MACA esta temporada, hay que valorar el encuentro con su obra. Siempre bienvenida, ya que su presencia no suele ser frecuente ni en Buenos Aires ni en Uruguay, donde expone por primera vez.
En este caso la selección que realizó la curadora Sonia Becce, bajo el enigmático título Desenlace, incluye las grandes y pequeñas telas y pinturas sobre madera –por caso Mi hijo es bello como un sol, histórica y presente en esta muestra–, que marcaron los comienzos del artista. Se trata de los tempranos trabajos que llamaron la atención de la crítica argentina e internacional, cuando el “joven Kuitca” apenas superaba los veinte años. Pinturas a escala como las de las series “Nadie olvida nada”, de los tempranos 80, “Dos noches”, de 1985 o “Siete últimas canciones”, de 1986, todos ellos de una hondura visual estremecedora.
En todas, el tratamiento del espacio resulta determinante, tanto como la relación de escala con los elementos –figuras u objetos camas o sillas tumbadas–. En ellas surge la identificación del artista con el teatro y más que nada con la caja –la escena, como construcción visual de un drama–. Varias veces se ha mencionado, a raíz de comentarios del propio artista, el impacto que le provocó la experiencia de la compañía de danza de Pina Bausch, que vio en el Teatro San Martín en los años 80 y luego persiguió hasta su compañía en Wüppertal, Alemania. Algo de eso se percibe en las obras de ese momento y no sólo por las sillas tumbadas en la escena, que evocan la escenografía de “Café Müller” (una asociación que, por si sola podría considerarse meramente literal) sino por los climas existenciales que logra a partir de figuras escuetas, sombrías, ya en soledad o abrazadas a su propia desesperación.
Kuitca es un artista que desde muy joven pensó pictóricamente el espacio. Su pensamiento va y vuelve abordando esta cuestión desde distintos enfoques, algo que destaca la curaduría de Sonia Becce. Algunos enfoques pictóricos; otros más lineales; y otros pictóricos y lineales en modo superpuesto. Puede abordar el tema de la casa desde el plano esquemático, que describe a través de líneas, y también las camas, el espacio que las rodea o la cama convertida en territorio y mapa.
De pronto puede volver una y otra vez al teatro y trabajar la gran caja de un escenario de ópera; el lugar de la escena y su contraparte, el diagrama de las ubicaciones del público.
Pero más allá de todo esto, que constituye el corpus de los temas centrales del artista, trabajados y reelaborados a través del tiempo, esta exhibición aporta el interés de sus obras más recientes. Trabajos que no se han mostrado públicamente en Buenos Aires, tal el tríptico “Tres noches”, de 2017, o “El idiota de la familia”, de 2019, y “El teatro de la pintura”, también de 2017, una pequeña maqueta de una caja escénica “alla italiana” donde tiene lugar el lucimiento operístico o el drama que afecta a la pintura.
Pero básicamente está la serie de trabajos sobre papel, realizados entre 2020 y 2022, un período marcado por la pandemia, que como no podía ser de otro modo, afectó su producción y la forma de verse a sí mismo, en una serie de autorretratos. También impacta su forma de volverse sobre su alrededor doméstico y apreciar los árboles desnudos, tan dramáticos como en 1986 cuando imaginó “Si yo fuera el invierno mismo”.
Por fortuna, todo esto ha encontrado espacio en un cuidado catálogo, concebido para pensar y comprender la obra de este artista a la luz de una trayectoria que es aludida en modo detallado y en relación con el conjunto que reúne esta muestra .
Desenlace, Quintaesencia y Entre dos líneas tenues. G. Kuitca, J. Le Parc y E. Lukas. Fecha: hasta el 20 de marzo. Lugar: Museo de Arte Atchugarry.
Ana Maria Battistozzi
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