PEDRO OLALLA: LA TRAVESÍA DE UN HELENISTA PARA REVELAR EL LEGADO UNIVERSAL DE GRECIA
POR: LAURA GARGANTA
El sábado 12 de octubre, en el marco del evento Sábado literario: jornada Internacional de charlas literarias y lectura de poesía en el Museo MACA, el reconocido escritor y helenista Pedro Olalla (1966, Oviedo, España) presentó su obra Palabras del Egeo: el mar, la lengua griega y los albores de la civilización. Acompañado por el periodista uruguayo Jorge Burel, Olalla compartió sus reflexiones sobre el lenguaje, las raíces culturales de la civilización y su profunda conexión con Grecia, país en el que reside desde hace más de tres décadas. Con la introducción de Leonardo Noguez, Director Artístico del museo, y ante más de 50 asistentes, el autor ofreció una charla y una sesión de firma de libros en una jornada que celebró el poder de la palabra y el conocimiento.
En esta entrevista exclusiva para la web del MACA, Olalla profundiza en su amor por el helenismo y su visión del mundo actual, abordando su extenso trabajo literario y su activismo en favor de la verdad.
¿Cómo comenzó tu amor por la cultura griega y por qué decidiste ir a vivir a Grecia?
Mi pasión por lo griego no fue amor a primera vista ni una revelación, fue más bien un largo proceso de seducción. Empezó como le puede pasar a cualquier persona que tiene interés por la cultura en general o por cualquier campo del conocimiento, pues uno acaba topándose muy rápido con Grecia.
En mi caso todo consistió en ir tirando de ese hilo griego, primero un poco desde la distancia, después desde una media distancia de ir y venir y después ya desde allí. Comencé a hacer helenismo in situ, a estar cerca de los estímulos de la lengua, de las fuentes, de los hablantes y a intentar formar parte de ese presente y darlo a conocer también en el futuro.
Cuando decidí ir a vivir a Grecia, ya había estado yendo durante diez años y quería, fundamentalmente, tener estímulos nuevos, irme de España y recorrer otros lugares. Quizás elegí Grecia porque era el lugar que mejor conocía y sabía que no me iba a defraudar.
Llevo 30 años allí y he formado mi familia y he trabajado con cientos de instituciones. He pasado gran parte de mi vida adulta allí, la más consciente y productiva. Ha sido una decisión revalidada constantemente, y eso es lo que la hace valiosa y justificada.
¿Sos capaz de despegar tu mirada intelectual de la cultura griega y su historia, al vivir las crisis y devaluaciones que ha tenido el país en las últimas décadas?
A mi no me gusta ver a Grecia como si fuera el entomólogo que ve insectos o el colono británico que estudia los pueblos primitivos de la selva, esa perspectiva es supremacista, externa y simplemente de curiosidad intelectual. A mí siempre me interesó formar parte de todo y así fue en los años duros de los rescates y de políticas de austeridad, años que todavía no han terminado aunque ya se deje de hablar de ello, que es casi lo mismo o peor, porque no es que sean los coletazos, es que seguimos inmersos en los mismos procesos, pero simplemente han decidido acallarlo. Todos estos años han intensificado esa experiencia y me han hecho mucho más partícipe y consciente de lo griego en todas sus dimensiones. Creo que ese elemento es, de alguna forma, un rasgo de singularidad en mi caso como helenista. La mayoría de la gente tiene a Grecia como un campo de estudio. En mi caso no es sólo un campo de estudio, es también el lugar donde vivo, los estímulos que recibo a diario y el lugar que me duele en sus malos momentos y el que me alegra en los buenos.
¿Creés posible que, a la luz de todas estas nuevas evidencias científicas, se acepte un nuevo paradigma sobre el origen de la civilización?
Quiero pensar que sí, pero las cosas no pintan fácil; sucede algo desastroso, y es que cada vez hay menos interés por la verdad. Hoy en día, lo relevante es tener la capacidad de marcar el relato dominante y eso se hace, la mayoría de las veces, a espaldas de los hechos y de la verdad. Siempre ha sido un ejercicio de honestidad y de libertad buscar la verdad, que es el objetivo de la filosofía entendida como disciplina que nos enseñaron los griegos. La idea es hacernos amigos del saber, no ser sabios establecidos y cerrados, sino simplemente amigos del saber, pero hoy en día, la verdad está siendo muy preterida.
Se comulga con la verdad cuando coincide con los intereses propios, si no, se tiene otra verdad alternativa. Por lo tanto, defender la verdad cada vez es un desafío mayor, sobre todo porque hay demasiados instrumentos para ocultarla y crear falsedades que pueden pasar por verdades. Es muy peligroso, si dejamos de buscar la verdad estamos minando los cimientos de la civilización, de cualquier forma de organización social que pueda merecer el nombre de civilización.
¿Cómo vea el tratamiento del pasado y los hechos históricos en la actualidad?
El pasado son hechos y eso no cambia, pero lo que sí cambia es nuestro conocimiento del pasado y nuestro relato del pasado. Ese siempre es provisional, siempre está sujeto a que aparezcan nuevas evidencias que pongan en cuestión lo que pensábamos hasta ahora. Y el caso es que, como en todas las disciplinas, se ha ido evolucionando tan rápidamente, que la mayoría de los saberes pueden funcionar como ciencias auxiliares para el conocimiento del pasado y para el conocimiento de la historia. Estamos recibiendo diariamente una cantidad de información y evidencia nueva que viene del campo de la genética, del campo del estudio de materiales, del campo de los modelos informáticos, del campo de la arqueología, de todos los campos, que nos ofrecen piezas nuevas que tienen que encajar en nuestros relatos y que, si no encajan, tienen que obligarnos a modificarlos. La ciencia es algo abierto y lo que este libro plantea no es un giro copernicano de lo que ya sabíamos a todos los niveles, sino simplemente es no seguir diciendo lo mismo, cuando ya las evidencias son tan numerosas.
¿Te sentís nadando contracorriente cuando hacés este tipo de libros?
En cierto sentido sí, porque si la corriente es instalarse en lo que siempre se ha dicho, pues sí, es nadar contracorriente, pero no se trata de hacerle la guerra a nadie, se trata simplemente de intentar conocer las cosas un poco mejor.
Yo tengo cuatro hijos, Silvano es el tercero y este libro está dedicado a él por su edad y por su personalidad, él es el más afín a los contenidos de esta obra y al tema de la lengua. Lo ha recibido como algo muy valioso, lógicamente, a mí también me hubiera gustado que mi padre me hubiera dejado algo así, pero bueno, quiero pensar también que es como una cápsula de tiempo, es decir que la lectura que él puede hacer de este libro en estos momentos, será diferente de la que haga dentro de 40 años y este libro le diga también otras cosas, en ese sentido sí es una especie de testamento o de Carta Abierta al futuro.
¿Qué le dirías a la gente que cree que estos temas -y tu libro- están muy por fuera de su realidad cotidiana?
Creo que no debemos pensar que nada de lo griego nos es ajeno, porque la vocación principal de la cultura griega es señalar lo común al hombre como ser humano. La cultura griega tiene esa vocación de universalidad desde el principio. Eso por un lado, es decir, como planteamiento, pero después como desarrollo histórico, también ha conseguido ser la cultura más influyente y la que nos ha dejado un sinfín de herencias que tenemos asimiladas como propias y que, a veces, no reconocemos siquiera como una herencia griega. Todos somos mucho más griegos de lo que pensamos y este libro ayuda a tomar conciencia de ese hecho y, fundamentalmente, del lenguaje.
El libro explora los orígenes del lenguaje y por eso va retrocediendo en la historia de la civilización, siguiendo ese hilo de la lengua griega y de sus raíces más profundas. La lengua griega nos permite llegar mucho más lejos que ninguna de las otras lenguas de nuestro entorno, por su longevidad de milenios y por su condición de lengua viva, que nunca ha dejado de hablarse. Entonces, el ejercicio de la etimología o el ejercicio de remontarnos en el tiempo a través de las evidencias lingüísticas, nos permite llegar hasta épocas relativamente recientes. Puede que el mundo existiera desde mucho antes de que existiera el hombre y el lenguaje, pero cuando el hombre desarrolló el lenguaje, volvió a crear el mundo de alguna manera, y esa, precisamente, es una de las cosas que este libro nos ayuda a conocer y es un tesoro que en absoluto nos va a resultar lejano o propio de una cultura en particular, es algo totalmente común al conjunto de la humanidad.
Para escribir un libro sobre los orígenes de la civilización griega después de llevar tanto tiempo trabajando sobre ello, no podía repetir lo que siempre se ha dicho, no me parecía honesto. Me parecía más honesto tratar de contarle al menos a mi hijo, qué es lo que creo que sabemos más o menos de estas cosas y hacia dónde va el asunto. En el libro se cuestionan teorías tradicionales como la Teoría del origen de la civilización en el Creciente Fértil, o la Teoría del ex Oriente lux de Gordon Childe, entre otras.
Sin embargo encontramos un lenguaje muy accesible, terminología que no es necesariamente académica.
Es que no está pensado como un libro para especialistas, trata la materia con el mayor rigor posible y con con el mayor respeto, de ahí que haya un aparato de notas muy consistente para que nadie piense que son cosas que yo me he inventado, pero está escrito de manera literaria y lo más lineal posible, porque se trata de compartir con el lector el asombro y la emoción de todas esas realidades y de todos esos descubrimientos, no de alejarlo ni bombardearlo con un montón de informaciones inconexas. No es un libro excluyente o para especialistas, es un libro para cualquier persona interesada por la cultura.