Christo y Jeanne-Claude, artistas ambientales

“Ninguno de los trabajos está diseñado para los pájaros; todos tienen escala para ser disfrutados por seres humanos que están en la tierra”, escribió Jeanne - Claude (Marruecos, 1935-EE.UU., 2009) sobre las instalaciones que hacía con Christo (Bulgaria, 1935-EE.UU., 2020), su pareja en la vida y en el arte: juntos hicieron historia envolviendo con telas exteriores de edificios emblemáticos, puentes, ríos y espacios al aire libre. En ese texto escrito en 1998, Jeanne- Claude alude también a otros errores que circulaban sobre sus magníficas intervenciones urbanas y en la naturaleza. Se opone al término land art; prefiere artistas ambientales: “Creemos que las etiquetas son importantes pero sobre todo en botellas de vino”, apunta.

Con gigantografías, videos imperdibles de las instalaciones cuyos registros se ven en sala, collages, fotografías y dibujos, la monumental exhibición, impulsada por el coleccionista Jorge Helft y organizada por Fundación Proa y el flamante Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA) de Punta del Este —donde se vio una versión más reducida de esta muestra—, despliega el camino de la icónica pareja.

La exhibición sigue las huellas de los artistas desde el aleteo inicial con sus expresiones más recoletas como Pacco –una obra de la colección Helft—, pasando por una intervención en una habitación –hicieron muy pocas obras de este tipo, el registro pertenece a la Fundación Federico Klemm—, hasta sus más grandes desafíos en espacios públicos. Con curaduría de Lorenza Giovanelli, la muestra incluye la última obra de Christo: una impresión de sus propias manos, que Helft, gran amigo de la pareja, considera una premonitoria despedida.

Christo y Jeanne-Claude nacieron el mismo día, el 13 de junio de 1935. Juntos desataron un arte único: monumental, efímero y vital. Se conocieron en 1958 en París y, desde 1961, formaron una dupla inseparable: trabajaron juntos por más de medio siglo, y consideraron cada proyecto compartido “como un hijo”. “Eran una pareja tan unida que parecían un solo ser humano”, señala Helft.

Consagraron su vida a pensar y realizar proyectos espectaculares: envolvieron parte de la costa australiana, un valle en Colorado (EE.UU.), cubrieron el Pont Neuf en París en 1985 (el proyecto más difícil de concretar por cuestiones de permisos) y en 1995 el Reichstag de Berlín (uno de los proyectos más largos que empezó en 1971 y terminó en 1995, para empaquetarlo se usaron 100 mil metros cuadrados de tela de polipropileno). Su sueño de empaquetar el Arco de Triunfo se cumplió de manera póstuma.

Una gigantografía acerca en sala a The Umbrellas, una instalación de 1991 con un costo total de 26 millones de dólares financiada en su totalidad por los artistas, como todos sus proyectos. Con sombrillas azules en Japón y amarillas en California, la obra reflejaba las similitudes y diferencias en las formas de vida y en el uso de la tierra en dos valles interiores, uno en Japón y otro en EE.UU. Tras que un viento huracanado desprendió una sombrilla que mató a una mujer en California (donde había más de 3 mil paraguas de aluminio de seis metros de altura y de 200 kilos), Christo decidió que se cerrara inmediatamente la instalación. Ordenó también el cierre de la instalación en Japón, pero al tratar de desmontar una pieza un trabajador de la construcción japonés murió. 

Sería una pena dejar de ver los videos documentales que se exhiben en dos de las salas: son piezas claves que permiten ver el trabajo exhaustivo que demandó cada proyecto. Para la pareja, la obra consistía también en el proceso previo que iba desde la idea hasta la instalación terminada. Recomendaban que la gente fuera a ver el montaje y, luego, participara de la experiencia vital in situ. La revalorización del trabajo –creativo y técnico, incluso se refieren al trabajo asalariado de quienes integran cada proyecto— es clave en su perspectiva.

Con más de 7 mil paneles, la instalación en el Central Park llevó 26 años de elaboración y 16 días de montaje. “Sólo en el mes de febrero, 4 millones de personas fueron a ver la obra”, señala Vladimir Javacheff, sobrino del artista, quien viajó a Buenos Aires para la inauguración de la exhibición. Luego, como en todas las instalaciones, los materiales se reciclaron.

Las instalaciones podían demandar décadas: era necesario entablar gestiones con funcionarios del gobierno, obtener permisos en cada sitio, realizar ajustes técnicos con ingenieros y especialistas, comunicar y articular la idea de la instalación con los habitantes del lugar. “En este sentido, es como dicen los artistas, arte de ambiente”, señala la curadora, quien considera que esta definición “refleja perfectamente el medio que constituyen los proyectos de Christo y Jeanne-Claude: humanidad”. Y agrega: “Los crea la gente para la gente en lugares en que vive la gente. Su propia existencia tiene eco en la condición intrínseca de la naturaleza humana: trasciende, haciéndolos expresión pura de profundo humanismo.”

En el lago Iseo (a 200 kilómetros de Venecia) se colocaron 100 mil metros cuadrados de un tejido amarillo deslumbrante que ondulaba con el movimiento del agua y sobre el que los visitantes podían caminar. Por día se sumaron a esta experiencia 80 mil personas y en total, más de un millón y medio.

Se exhiben los bocetos de La Mastaba de Abu Dhabi, planificada en 1977 y cuya construcción aún está pendiente. “Se hará con 470 mil barriles de petróleo de colores: tendrá el volumen de dos pirámides de Keops y estará situada a 100km de Abu Dhabi”, señala Javacheff, quien estará al frente de la construcción de la obra en el desierto de Liwa.

Creador de obras efímeras y monumentales, Christo aconsejaba visitarlas durante los días de montaje: lo importante se encontraba en el proceso: desde la idea y el desarrollo del boceto hasta el trabajo puro y duro para llevarlo adelante. “Todas las interpretaciones son legítimas porque las artes visuales son inexplicables, no son racionales, sino sensoriales”, señaló el artista en 2018, dos años antes de su muerte.

Helft señala un punto clave de la producción de la pareja: “Ellos hacían obras para el pueblo, para gozar, para mirar, emocionar; son obras efímeras que no pertenecerán jamás a nadie”. Autofinanciaban sus proyectos vendiendo dibujos preparatorios y bocetos. “No tenían subsidios, ni sponsors, porque la obra de Christo y Jeanne-Claude es sobre la libertad”, apunta el sobrino de Christo.

Christo llevaba las ideas al papel. “Trabaja un promedio de 14 horas por día –siete días por semana. Jeanne- Claude es un poco perezosa –solo 12 a 13 horas por día. No se toman vacaciones”, escribía con ironía la artista. Y uno no puede dejar de imaginarse a Christo, a su lado, sonriendo.

Christo y Jean-Claude se puede ver en Fundación Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929, de jueves a domingo de 12 a 19. Visitas guiadas 15 y 17.

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