Pablo Atchugarry anticipa uno de los grandes acontecimientos culturales de 2026: "Soy un hacedor de sueños"
El artista inaugura en el MACA una retrospectiva del ítaloargentino Lucio Fontana, asegurada en 42 millones de euros y un hito que busca afianzar a Uruguay en el circuito internacional.
Pablo Atchugarry está entusiasmado y orgulloso con la inauguración del 6 de enero de Genio de dos mundos, una retrospectiva exhaustiva del artista italiano nacido en Argentina Lucio Fontana. Será, claro, en el MACA (acrónimo institucional y popular del Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry de Manantiales, en Maldonado), y ya se ubica entre los acontecimientos culturales de 2026.
Atchugarry tiene razones para estar así de contento por la inauguración de una muestra así. Por un lado, es la posibilidad de acercar al público a la obra de un artista fundamental. Por el otro, cumplir con el objetivo de colocar a Uruguay en el circuito internacional del arte: las dos últimas grandes retrospectivas de Fontana fueron en el Peggy Guggenheim de Venecia y el Metropolitan neoyorquino.
Él siempre ha querido colocar a Uruguay a ese nivel a través del MACA.
Fontana (Rosario, Argentina, 1899 - Comabbio, Italia, 1968) fue pintor, escultor y principalmente ceramista. Su base estaba en Milán y allí en la Galleria del Milione, su primera exposición individual fue la primera en la que se vio escultura abstracta en Italia, lo que lo convirtió en una figura destacada en la promoción del arte abstracto en su país, de acuerdo al Diccionario Oxford de Artes y Artistas.
En 1935, en París, se integró a la asociación Abstraction-Création, y en 1946 publicó en Argentina su Manifiesto Blanco, que “introdujo un nuevo concepto de arte llamado Espacialismo (Spazialismo), que aspiraba a la cooperación con científicos para sintetizar nuevas ideas y materiales”, según el diccionario de Oxford. En 1947 publicó el Manifiesto Técnico del Espacialismo.
Sus obras más características, que comenzó a producir en 1958, son pinturas en las que superficies completamente lisas son atravesada por tajos en el lienzo. De esas —sus “Concetto spaziale”— hizo unas 4.000 y son consideradas uno de los grandes manifiestos de su tiempo sobre el arte.
Curada por el italiano Luca Massimo Barbero, Genio de dos mundos se extenderá hasta marzo y abarca todas las etapas de Fontana, en lo que sería la primera exposición de ese porte de su obra en Uruguay.
Sobre su entusiasmo y su orgullo por una muestra que imaginaba aun cuando no existía el MACA, pero también sobre su propio lugar en el mercado del arte, Atchugarry conversó con El País.
—¿Por qué recién ahora una retrospectiva de Lucio Fontana en Uruguay?
—Aunque es nacido en Rosario, Argentina, es un artista que no se conoce en el Río de la Plata, quizás porque tiene su gran maduración en Italia, donde de hecho se lo considera italiano. Ya desde su título, Genio de dos mundos, se quiere mostrar sus orígenes en Argentina y esa maduración italiana. Hace parte, además, del proyecto del MACA de colocar al país en el circuito cultural internacional.
—Pero de imaginar traerlo a inaugurar hay un gran paso...
—Había que tener las condiciones. Esta muestra está compuesta por 72 obras que vienen desde Europa, donde es muy difícil que te presten algo así. Pero el MACA, con toda la trayectoria que va teniendo, se ha vuelto algo atractivo. Obviamente, yo les doy confianza a los prestadores porque nos conocemos. Es una muestra asegurada en 42 millones de euros y está preparada con mucha antelación y meticulosidad.
—¿Cómo es su vínculo con la obra de Fontana?
—Es una expresión muy común decir, cuando uno ve una de sus obras clásicas, “ese tajo lo hago yo”. No presenta una dificultad técnica, pero es un concepto. Y a su vez tiene algo estético realmente elegante y fino. Hay que imaginar lo que eso significaba en los años 50, en los 60. Hay que verla con los ojos de lo que estaba pasando en las vanguardias en el mundo.
—Es que detrás de esos tajos hay un montón de ideas...
—Sus obras aparentan una gran simplicidad, pero detrás hay todo un pensamiento. Empieza con los agujeros en las telas y luego sus famosos tajos casi simultáneamente con, por ejemplo, la búsqueda de Yves Klein, de quien era amigo, que llega a una tela de un solo color. Pero Fontana va más allá. Saca la pintura de las dos dimensiones. Sus tajos significan el espacio.
—¿Cuándo lo descubrió?
—Cuando llegué a Italia, en 1977, aún no me había cruzado con su obra, e incluso cuando la conocí había algo que no me convencía. Él deja alrededor de 4.000 tajos, una obra muy densa. Y uno a veces dice: “¿Por qué siguió una vez que llegó a esa síntesis?”. Y, como creador, veo que hay una continuidad, porque la imagen aflora y el artista sigue esa imagen que sale de adentro. Es una pulsión.
—¿Esa pulsión está en usted?
—He hecho el cuarto volumen del catálogo razonado de mi obra y tiene alrededor de 3.000 obras escultóricas, sin contar otro volumen de pintura, dibujo y grabados. Y sí, veo ese paralelismo. Trabajo todos los días de las ocho de la mañana a las ocho de la noche porque tengo la necesidad de expresar lo que está dentro. Las obras van apareciendo. Y en el caso de Fontana, esa simplicidad aparente de ese tajo, de esos agujeros, empieza a asimilarse. Cuando uno va a un museo ve una obra, y vuelve 10 años después y la obra cambió. En realidad no es la obra: somos nosotros. Por eso insisto en esta oportunidad que tenemos en Uruguay y en la región para ver esta exposición muy completa, que sigue todo el camino de la producción de Fontana. Así es más fácil empezar a entender su trayectoria y su cambio.
—¿Su obra también debe contemplarse como un conjunto?
—Sí. La obra de un artista se juzga por su trayectoria. Es ese viaje único donde van pasando cosas, donde la imagen cambia, pero es parte de una totalidad.
—¿Imaginaba tanto del MACA?
—No. Voy dando pasos, buscando la excelencia y darle vida. Nunca pensé: “vamos a traer tal muestra en tal año”. Se va dando a golpe de encuentros. Y el valor del arte: darnos la posibilidad de comprensión. El parque de esculturas, con más de 80 obras de diferentes autores, trata de hacernos comprender que la diversidad es un valor. Si nos vemos siempre en el mismo espejo no nos vamos a conocer. En cambio, ver otra personalidad, otro creador, nos ayuda a entendernos a nosotros mismos.
—¿Lo pedagógico sí fue buscado?
—Durante el año son miles de niños y jóvenes que vienen a visitarnos. Tenemos un departamento didáctico que les hace conocer las muestras del momento, la colección permanente, el parque, y después hacen un trabajo. E invitamos a artistas para estimular la parte creativa.
—El MACA es una parte muy importante de su obra.
—Sí. Y sobre todo es una obra con el ser humano que participa y está en la naturaleza. En el parque de 40 hectáreas fomentamos pequeños laguitos y hay fauna local que hacen parte del proyecto y de la experiencia. Cómo puede convivir el ser humano con la naturaleza es una de las grandes lecciones que tenemos que atender.
—¿Sigue trabajando ahí en el taller y la gente se le acerca?
—Sí. A veces tengo que cerrar las puertas porque si no, no trabajo. Pero con gusto atiendo a los que llegan.
—Es un artista muy requerido. ¿Cuánto de eso lo obliga a seguir en actividad? ¿No hay un momento en que se convierte en un trabajo que hay que cumplir?
—Picasso decía: “Cuando te llegue la inspiración, que te encuentre trabajando”. Trabajo e inspiración están muy ligados. Ahora me tengo que ir 12 días al ArtBasel en Miami porque hay tres galerías que llevan mi obra, pero me pesa salir del taller. Soy un hacedor de sueños y los sueños empiezan por las esculturas. Todo lo que me aleja del taller me pesa mucho. No tengo viajes de placer, por ejemplo, y siempre me voy con ganas de volver. Ahora voy a estar hasta abril acá, porque en mayo habrá una gran muestra en la Galería Nacional de Arte Moderno de Roma.
—¿Cómo es su momento en el mercado?
—Muy bueno, de mucha demanda. Hay lista de espera: empiezo a hacer obras encargadas hace dos o tres años. Los coleccionistas y los galeristas tienen que esperar.
—¿Y cómo es con los plazos?
—Siempre atrasado.
—Me preguntaba qué hay de argentino en Fontana y, de paso, qué hay de uruguayo en la obra de Atchugarry.
—En Lucio diría que la cerámica, el trabajo con la tierra que lo lleva a sus orígenes. En mi caso, tal vez está en la verticalidad de mis obras. Me acuerdo cuando hacía castillos de arena en Pocitos al borde del agua. Las olas los destruían y aun así seguía construyendo. Esa perseverancia ya estaba. Tal vez sea una imagen de esa verticalidad la que me acompaña hasta hoy. La relaciono también con las plantas, los árboles, esos bosques de eucaliptus o coronillas, que crecen verticalmente buscando luz. Y tal vez esas esculturas buscan la luz, su pedacito de cielo.
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