València mira ‘hacia el futuro’ con las esculturas de Pablo Atchugarry

Pasear por la Ciutat de les Arts i les Ciències es como viajar al futuro más cercano, unos paisajes de película -en ocasiones, de hecho, literalmente- en el que la arquitectura de Santiago Calatrava lleva al visitante a un escenario que bien podría ser de ciencia ficción. No en vano, es la postal más fotografiada de la ciudad. Entre sus “lagunas” de agua cristalina y sobre el trencadís blanquecino que termina de dar forma al paseo se alzan ahora nuevos visitantes, siete esculturas de gran tamaño que dialogan con el espacio para mirar al futuro desde una nueva mirada, la del artista uruguayo Pablo Atchugarry. 

Con la exposición Hacia el futuro, el "escultor del tiempo" reflexiona sobre la el arte como vehículo para el diálogo a través de siete esculturas de gran formato entre las que se encuentran La flor, Estrella de luz y Armonía, piezas que podrán verse desde hoy y hasta el próximo 13 de octubre en un paseo en el que conviven "con las terrazas de agua y las esculturas de Santiago Calatrava”.  De esta forma, el exterior del complejo se convierte de nuevo en lugar de encuentro entre arte y arquitectura, un cauce en el que Atchugarry obliga al espectador a mirar hacia arriba y reflexionar sobre el futuro desde el presente. 

Instalado en València desde hace aproximadamente un mes, el artista confiesa que ya se siente como parte de la ciudad y que con su muestra busca dialogar con el espacio de la modernidad. Sus grandes piezas ya se han podido ver en espacios emblemáticos como el Museo de los Foros Imperiales, en Roma, donde su reto fue establecer un diálogo entre su arte y la historia de un espacio de más de 2.700 años. Ahora se “enfrenta” de nuevo a esta conversación, aunque teniendo como interlocutor al gigante creado por Calatrava. “El arte es la herramienta perfecta para unir los pueblos, las personas, la cultura y nuestros tiempos. La escultura se convierte en una firma de nuestro tiempo y se convierte en el rastro de lo que somos”, reflexiona sobre la muestra. 

"Crear es como ir dejando un camino compuesto por pequeñas piedras para la posteridad", explica, como esas marcas que van contando “lo que somos” y que perduran hasta llegar a las nuevas generaciones. Es por esto que uno de sus intereses clave está en emplear materiales imperecederos para que puedan viajar en el tiempo. Así, entre sus siete esculturas emplea el acero para construir la pieza vertical principal, también el mármol para crear las tres piezas que se sitúan a la entrada del Museo y construye otras tres esculturas en bronce pintado, introduciendo dos de ellas en el agua para generar un curioso reflejo sobre esta. 

Son los propios materiales los que, confiesa, "le hablan" y le confiesan sus requisitos: “Uno como artista aprende constantemente del material. Hay que saber como escucharlo, darle una atención y dedicarle parte de tu vida. Cuando imagino una escultura o una forma tengo que darle cuerpo a mi imaginación y luego trasladarla a un gran tamaño que se adecúe al espacio".  Aunque está acostumbrado a los grandes espacios, confiesa que la Ciutat de les Arts i les Ciències le supone un reto creativo "al contemplar las estructuras de Calatrava" y el entorno futurista que rodea a su obra, que pone el broche de Hacia el futuro.

“Hay obras que necesitan relacionarse con un espacio como este, con una escala magna. Yo como escultor tengo que saber escuchar a los materiales y ver que necesitan y como colocarlos. Para mi el reto en esta puesta en escena está en discutir conmigo mismo si estas obras pueden resistir el diálogo de la atemporalidad y que además se comprendan de forma independiente”, añade. A lo largo del paseo Atchugarry se detiene a admirar su pieza Viaje hacia los sueños, una de esas que "obliga a mirar hacia arriba" y que pretende que entre los visitantes se pueda generar una conversación sobre el futuro desde el presente y con una mirada hacia el infinito, una conexión entre el azul del agua y el del cielo.

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